La mancha

Hasta el momento, había sido una tranquila tarde de verano. Encendí la tele y puse una novela. Había sido un día caluroso y la sombra del interior de mi sala, proporcionada por el árbol de paltas afuera, me daba el refugio perfecto. Me acomodé en el sillón con un vaso de cerveza fría.


Mientras los personajes en la pantalla contaban su historia, noté una pequeña mancha en la pared blanca, justo al lado del televisor. Al principio, traté de ignorarla, pero mi curiosidad siempre fue fuerte. "¿De dónde habrá salido esa mancha?".


Me levanté lentamente y me acerqué a la pared para examinarla de cerca. La mancha parecía ser de humedad. "¿Será de alguna filtración desde afuera?", pensé, recordando las recientes lluvias torrenciales. Sin embargo, también consideré la posibilidad de que viniera del vecino de arriba. "¿Y si tienen una fuga en su baño?".


La duda comenzó a inquietarme cada vez más. No me dejaba concentrarme ni relajarme. Volví al sillón, mirando la mancha de reojo, notando que parecía más grande cada vez que la observaba, tal vez producto de mi imaginación. Mi mente no dejaba de divagar: "¿Y si esa mancha crece y termina dañando toda la pared? ¡Qué horror! ¿Qué tal si es un problema serio y no lo resuelvo a tiempo?".


Desesperada, decidí que no podía quedarme de brazos cruzados. Me levanté de un salto y fui a buscar el teléfono. "Llamo al administrador del edificio para que mande a alguien a ver esa mancha", pensé. Mientras esperaba en la línea, seguía observando la pared, casi esperando ver la mancha extenderse como una sombra siniestra que amenazaba toda la estética del tapiz en mi pared.


Finalmente, tras varios intentos, no logré comunicarme y explicar mi situación. Esto no me daba ninguna tranquilidad y no pude evitar seguir pensando en la mancha el resto de la tarde. La incertidumbre me acompañó hasta la noche; no podía mirar la tele, la mancha me distraía, era como si me llamara. La veía grande, luego pequeña, luego se parecía a la cara del presidente. Pensé que era raro que la filtración fuera del vecino de arriba y que proviniera de afuera también; la falta de coherencia de su existencia me hervía los sesos. Finalmente, luego de mi clonazepam de todas las noches, me quedé dormida con la esperanza de que el problema se resolviera pronto.


Al despertar en la mañana con el ruido de los pájaros y la claridad, la mancha ya no estaba. Confusa y sorprendida, me pregunté si todo no habrá sido un tonto sueño.

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