Goteo constante

El sonido rítmico del goteo era constante, perforando la penumbra de mi pequeña cocina. Cada gota que caía resonaba como un latido e mi mente, un latido que marcaba el paso del tiempo de manera inquietante, opresiva. Había intentado arreglarla, había cambiado la arandela, apretado los tornillos, pero nada parecía funcionar. La gotera persistía, burlándose de mis esfuerzos, recordándome mi impotencia.


Ese goteo, tan insignificante para otros, me evocaba algo más profundo y perturbador. La imagen de la canilla en la casa donde me había criado surgió en mi mente, también siempre goteando, a pesar de los intentos de mi vieja por repararla. Un eco en el tiempo, un sonido que había formado parte de mi infancia, de mis noches de insomnio. Y luego estaba la canilla en la casa de mi hermano. Recordé la última vez que lo había visitado, antes de que se sumiera en la oscuridad de su propia mente. La canilla de su cocina también goteaba, una repetición siniestra que resonaba en mi memoria.


No podía ser una coincidencia. Ese goteo, esa gotera, era más que un simple fallo mecánico? Era un mal que corría por las venas de mi familia? Una condena genética, una maldición heredada? Cada gota que caía parecía un símbolo de algo roto en mi que no sabía reparar. Colapso y me entregó al ritmo convencida de que una vez hundida en el goteo oscuro y constante, este cesaría. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ausencia

Complicada

Campo fertil