De la mano al beso

Antes, la mano firme

y un apretón seco,  

como si el tacto no tuviera historia  

ni peso. Gestos calcados,  

repetitivos, sin lazo, sin voz,  

un espacio vacío  

entre cuerpos.


Y una, transitando,  

un camino propio  

con los ojos abiertos a lo que viene.  

Vi cambiar sus miradas:  

algunas fueron esquivas,  

otras curiosas.  

Y el roce empezó a suavizarse,  

como si las fronteras  

entre ellos y yo  

se disolvieran en el aire.


Y hoy ya no es la mano.  

Ahora es la mejilla,  

un roce cálido,  

un pequeño instante  

que apenas dura,  

pero pesa,  

pesa positivo.  

Ya no es un gesto vacío  

ni automático,  

es una respuesta al viaje  

que hice,  

al cuerpo que fui,  

al cuerpo que soy.


¿Ellos sienten el cambio  

en sus propias manos?  

¿Entienden el peso de un beso  

que antes negaban,  

y ahora me frecen amablemente?

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ausencia

Complicada

Campo fertil