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Chamulleros

Ella busca entre los perdidos, cree en los solitarios. Se sumerge entera.  Pero esta vez, en un trance de promesas que la persiguen virtualmente, la enamoran las pequeñas cosas, los gestos mágicos,  tres pisos, dos gatos, un niño. Se imagina un despertar en conjunto, en una misma cama y sentimiento, abrigados por los rayos del sol que hoy sí entran por su ventana.

Nuestra flor

Nuestra flor tiene una historia   y se cuenta cada primavera.   Intenta repetir un ciclo vital ya gastado   y espera obtener nuevos resultados. Nuestra flor se nutre de versos, música y justicia.   Sabe qué la fortalece y qué la destruye.   Vaga virtual entre espectadores   que curiosos hilan vestigios tensos de situaciones   que en algún momento tal vez sucedieron. Nuestra flor te extraña.   Busca tu cuerpo alejado y distante.   Desahuciada muere para buscarte en la próxima primavera.

Bytes

Vive en un mundo de bytes, se oculta. No tiene forma ni cuerpo tangible, sólo un reflejo digital. Existe en red, etéreo y fugaz, sin una presencia física. Se mantiene virtual, siempre fuera de alcance.

Antena

Desde mi ventana, una antena,   solitaria, que gira en su propio eje,   solo mis ojos la ven, de la noche,   un vals de ondas y misterio. Desprevenidos, no la notan,   indiferentes al baile nocturno,   pero yo siento su ritmo constante,   un vaivén insistente y noctámbulo,   un eco metálico y errante. Hay un secreto que me cuenta en mis desvelos,   mientras el mundo, ajeno y sin culpa,   no percibe su giro repetitivo. En la danza invisible, me pierdo,   me gira y me mece en un vaivén   que solo yo, en noches, comprendo.

Rítmica y misteriosa

En tu caminata de regreso a casa, por las noches el tiempo se disfraza,   y tu oído se perturba con un susurro que arde,   un latido que no cesa, un eco que te ata. Las sombras, cómplices de lo imprevisto,   bailan sin tu permiso,   las luces tiemblan al compás,   un guiño de un universo nunca visto. En la esquina, la figura en silencio,   guarda tus secretos,   rítmica y misteriosa,   sólo te observa, presencia inquieta, en su trance incierto. ¿Por qué será que en las noches encuentras un refugio?   ¿Acaso las sombras te cuentan historias   que el día, con su cruda luz, no osa pronunciar? Un suspiro cálido te da, otra vez, la bienvenida,   y en ese instante, todo cobra sentido:   el retorno, la espera, el latido,   la noche, un refugio de lo nunca perdido.

Complicada

Este cuanto fue escrito por mi a mis 16 años, lo encontré buscando otras cosas, como suele suceder en la vida. Se puede decir q esta en desarrollo, no fue terminado y no me gustaría comprometerme a darle un final. No me interesa.                                                            *** Una vez viuda, sentí la necesidad de volver a tener a alguien más en mi cama. Ese día, en la mañana, lo vi, vestido de blanco y parecía que el tiempo, de forma burlona, lo transformaba cada vez más en el reflejo de su padre, una sombra desdibujada del ser que él siempre odió. Un día coincidimos y, casi como si supiera que lo buscaba, me invitó a un bar por un café. Terminamos en la cama y hacía el amor como en mis fantasías: dulce, tierno, animal, pero siempre a escondidas, en la oscuridad y sin besos, el peor horror. Siempre vestía de blanco, virgen de labios; me reía sola pensando que era virgen de besos, me gustaba pensar eso. Yo siempre de negro, viejo, gastado. Pocos besos, muchos encuentros y

Mirada

Conozco la variedad de curiosidades, los distintos matices de las miradas. Hoy, me rodean en exceso. Reconozco con apatía las miradas de desprecio. Me seducen las miradas de deseo, como invitaciones al abismo. Me reconfortan las miradas de aceptación, breves consuelos. Todas ellas emergen en mi rostro, se posan en mi pecho, y se clavan en mi entrepierna. Parece un baile que toda alma sabe danzar.