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Mostrando las entradas de agosto, 2024

Amor obrero

Te beso las manos, obrero,  que sostienen al mundo.   Te beso los ojos cansados   que buscan refugio tras largas jornadas.   Te seco el sudor, obrero,   que empapa tus sueños   de un pueblo que late al ritmo de la lucha. Te amo en las fábricas, con el hierro por testigo.   Te amo en tu idea,   donde cada alma es semilla de cambio,   una promesa de un mañana   donde la justicia es el pan   de cada día y la igualdad no tiene dueño. Te amo en las calles, donde tus bombos resuenan   con los pasos firmes de quienes   no les tiembla la voz,   de quienes han encontrado en la unidad   la fuerza para resistir,   para construir y para amar. Amémonos con quienes saben   que la esperanza no es un sueño vano,   sino un acto de rebeldía,   un desafío al mundo que nos quiere vencidos.   Amémonos en las fábricas,   en las calles,   en cada rincón donde la vida   sea batalla,   y el amor, el arma más poderosa.

Goteo constante

El sonido rítmico del goteo era constante, perforando la penumbra de mi pequeña cocina. Cada gota que caía resonaba como un latido e mi mente, un latido que marcaba el paso del tiempo de manera inquietante, opresiva. Había intentado arreglarla, había cambiado la arandela, apretado los tornillos, pero nada parecía funcionar. La gotera persistía, burlándose de mis esfuerzos, recordándome mi impotencia. Ese goteo, tan insignificante para otros, me evocaba algo más profundo y perturbador. La imagen de la canilla en la casa donde me había criado surgió en mi mente, también siempre goteando, a pesar de los intentos de mi vieja por repararla. Un eco en el tiempo, un sonido que había formado parte de mi infancia, de mis noches de insomnio. Y luego estaba la canilla en la casa de mi hermano. Recordé la última vez que lo había visitado, antes de que se sumiera en la oscuridad de su propia mente. La canilla de su cocina también goteaba, una repetición siniestra que resonaba en mi memoria. No pod

Distancia silenciosa

¿Y cuando ya no estés, qué recordarás de mí?   ¿Qué recordaré de ti? Estoy conmovida por lo que tu presencia   despierta en mis espacios.   ¿Qué restos de nosotros se filtran   en la distancia silenciosa entre tu cuerpo y el mío? Sin palabras, sin promesas,   sabemos lo que no se debe decir.   Mejor dejemos que el silencio   llene los espacios   que no somos capaces de habitar.

Mediocre

Me atraen sus grietas,   ese sabor a derrota   que no se sacude,   que no pretende.   Hay algo en su quietud,   en su cansancio,   que me recuerda   al mío,   a las veces que el mundo   quiso aplastarme   sin lograrlo del todo.   Quizás no los elijo,   quizás solo me dejo caer   en esa tibieza,   en ese espacio cómodo   donde nadie espera   que yo sea más   de lo que ya soy.   Y aunque me desmoronen,   y aunque se vuelvan cenizas,   ¿quién soy yo para juzgar?   Quizás,   en el fondo,   la mediocridad   es el único refugio   en este mundo   que se devora a sí mismo   sin piedad y sin razón.  

Tres veces tres

111 Entré a la habitación 11 con mi bandeja de medicamentos, lista para otro turno. Las luces fluorescentes parpadeaban, y el olor a desinfectante llenaba el aire del pasillo. Sentía el ambiente raro, pero había aprendido a ignorar la sensación constante de que algo no estaba bien. Era un hospital, ¿no? Cuando llegué a la cama de la paciente, dejé la bandeja en la mesita y miré la ficha; su nombre era idéntico al mío. Me pareció gracioso que alguien se llamara igual que yo, pero no le di más importancia. Miré a la paciente y, por un segundo, me quedé en blanco. Yo era la persona en la cama. Mis ojos, mi nariz, mi cabello. Mi primer pensamiento fue que estaba soñando, pero el frío del metal de la baranda de la cama en mis manos me recordó que estaba bien despierta. Me acerqué lentamente, como si la versión de mí en la cama fuera a desaparecer si me movía muy rápido. Ridículamente, me revisé los signos vitales; todo parecía normal, lo cual no tenía ningún sentido. —Eh... hola —me dije, s

Bisbiseo

Espero el bisbiseo de tus versos,   que me impacten tus palabras   como chispa en la penumbra   que se extingue en silencio. Me llegan como susurros,   a veces en noches solitarias.   Tinta en la piel y un puente invisible entre almas. Tú, lejano, teje tus palabras.   Yo, ansiosa, recibo el enigma.   En un ballet de versos compartidos,   nos encontramos, nos perdemos, nos buscamos. Soy espera y encuentro,   y en medio, la poesía se volvió refugio y lenguaje,   una luz eterna en la oscuridad donde mi alma por momentos sangra.